Aunque cada vez se habla más sobre neurodiversidad, aún genera polémica el tipo de educación que es adecuada para una persona que tiene esta condición.
La palabra “neurodiversidad” o “neurodivergencia” es empleada para hablar de la variación que hay en el funcionamiento del cerebro entre los individuos. En este concepto se engloba a personas con diversas condiciones como el autismo, la dislexia, la dispraxia, el déficit de atención o la hiperactividad.
Cuando un niño es diagnosticado con alguna forma de neurodivergencia en sus padres surge la duda si optar por la educación integrada o bien, decantarse por un modelo de educación especial.
Una de las cosas más importantes es contar con un diagnóstico oportuno, donde los psicólogos escolares trabajen de la mano con la familia y los maestros para evaluar las necesidades y decidir dónde se le puede sacar más provecho al carácter cognitivo del alumno.
Otro aspecto importante es la información que tienen los padres sobre el tema, que les permita darle al alumno el acompañamiento adecuado para asegurar su bienestar emocional, así como permitir que el menor tenga contacto con otros alumnos neurodiversos.
A la hora de elaborar una estrategia especializada es indispensable reconciliar las expectativas de los padres con las neuropatías y el potencial de sus hijos. Esta idea es englobada por Jim Sinclair en su ensayo “Don’t mourn for us”, donde afirma que para sentar las bases de un futuro educativo para los estudiantes neurodiversos es imperativo reconocer su existencia en sus términos y no en los nuestros.
“No pierdes a un hijo por causa del autismo. Lo pierdes porque te quedaste esperando la idea de otro niño que nunca existió”
Esta ideología es compartida en Grant’s Crusade, organización sin fines de lucro creada por Javier Burillo Azcárraga en honor a su hijo, quien fue diagnosticado con déficit atencional con hiperactividad y apraxia.
Por medio de pruebas y errores Burillo Azcárraga descubrió ciertas actividades que ayudaron a Grant a florecer y a incrementar su autoestima, la confianza en sí mismo y su independencia.
“Durante la infancia de Grant, tuve momentos difíciles porque había días donde me sentía que navegaba por una puerta giratoria tratando de encontrar una escuela que lo apoyara y lo comprendiera. Grant acudió a múltiples terapias y los diagnósticos cambiaban y lo único que yo sabía con certidumbre es que toda esta confusión no le correspondía a mi hijo” … afirmó.